Partimos de la base de que una D-200 es una máquina que pesa lo suyo, gracias a (o por culpa de) su chasis metálico. Estamos hablando de un peso bruto de aprox. 830 gramos, sin contar peso de objetivos ni baterías ni tarjeta de memoria (mpfff). Eso es más que lo que pesaba mi primer sistema réflex, una F-50 con un objetivo de kit de 28-70.
El objetivo que viene con el kit, el 18-70 (bastante bueno, máxime si tenemos en cuenta que se vende como churros, aunque un pelín oscuro para lo que gustaría) supone 420 gramos más, y la batería se pone en cerca de 100 gramos, calculado a ojo. Por lo cual un sistema muy básico se nos pone en cerca de 1.350 gramos.
Vale, ésto es un sistema que muchos encuadran ya en la gama de "pesado". Pero todo puede empeorar, y lo vamos a hacer. Le acoplamos su empuñadura vertical (230 gramos). Y puesto que lo admite, vamos a ponerle la segunda batería. ¡Tachán! ¡Tenemos una bestia parda (bueno, más bien negra) que ronda los 1.700 gramos, y nuestro pobre cuello empieza a sufrir!
Pero todavía podemos ser más brutos. Quitamos el objetivo de kit, y vamos a poner el maravillosamente increíblemente pesado, caro y bueno 70-200 VR. Este peazo bicho pesa casi lo que la cámara más la empuñadura más las baterías pero sin el objetivo de kit. Bueno, vale, me he quedado corto, son 1.470 gramos. Por lo que ahora tenemos un mamotreto que pesa casi el doble (2.730 gramos) del sistema que teníamos inicialmente. Con el inconveniente de que el centro de gravedad del conjunto está en el objetivo y no en la cámara, lo cual obliga a coger el conjunto con las dos manos, la derecha en la empuñadura, y la izquierda en el objetivo.
Eso sí, ese peaso objetivo compensa con creces lo que pesa, y se puede tirar bien a pulso a 1/5 y a máxima focal sin que la foto salga emborronada. Y la calidad es buena, cojonuda, alucinante. Las mayores pegas que se le puedan poner es que la función de VR, o Reducción de Vibraciones, encarece el objetivo sobre otros similares en unos 600 eypos (que no es moco de pavo), y esa función, cuando está activada, chupa de batería lo que no está escrito.
El momento de la verdad llega cuando desmontamos ese peaso cañón óptico para guardarlo, y por hacer la gracia le quitamos también la empuñadura vertical. ¡Ahora lo que parece que tenemos en la mano es una compacta! Juro que ésa fue la sensación que tuve el otro día: al desmontar el objetivo y la empuñadura parecía que lo que tenía en la mano era un juguete, no un trasto de más de 3/4 de kilo de peso.
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