Este va a ser un post una pizca alejado de lo que ha sido este blog de momento, pero ya va siendo hora de poner algún post tirando a serio. Intentaré hilvanarlo lo mejor posible, pero mi tren de razonamiento acostumbra a coger atajos invisibles para el resto de los mortales, así que pido disculpas si termina quedando un texto ininteligible. Ah, por cierto, el título sí tiene relación con el post.
Todo comenzó el pasado 1 de julio. Volvíamos un grupo de amigos en coche, y ya solo quedaba por "soltar" a otr@ amig@, ya que me pillaba relativamente de paso . En esto nos encontramos en Gran Vía (en el tramo entre Alcalá y Fuencarral mas o menos) con una mani / juerga callejera / no recuerdo bien de reivindicaciones de homosexuales. Contra los que no tengo nada, ¡ojo!
En esto empezamos a hablar (discutir para mí es cuando se empieza a alzar la voz, y no fue el caso), y había bastantes puntos en los que no coincidíamos. En cierto momento de la charla dije algo que leí en la consulta del médico de Cercedilla, y que me parece acertado. Es un error pensar en el derecho de los homosexuales, o heteros, para la adopción, cuando lo que debería primar por encima de todo es el derecho de los niños a tener unos padres. El texto era mucho más largo, pero el resumen era más o menos éste.
En esto se empezó a llegar al tema de qué pasa si una pareja hetero (tradicional) y una pareja homo (no tradicional), solicitan la adopción del mismo niño. Este amig@ era partidari@ de que el juez decidiera (en las mismas condiciones, claro) siempre a favor de la familia tradicional, mientras que yo no lo tenía nada claro. Y la cosa quedó ahí.
Pero durante mis vacaciones, no recuerdo el motivo, pero me dio por recordar esta conversación, y la relacioné con otras cosas que no vienen a cuento, y con otras que sí vienen a cuento. Y de repente tuve la solución a este dilema.
Veréis, mi idea parte de que absolutamente toda la vida es un cúmulo de hechos producidos al azar. Somos quienes somos porque un espermatozoide de entre millones (elegido al azar) ha podido penetrar dentro de un ovario concreto (también elegido aleatoriamente).
Nuestros padres posiblemente se conocieron por una serie de hechos aleatorios. Y a su vez ellos también fueron engendrados por una serie de hechos aleatorios y...
Por otro lado, nadie ha tenido que presentarse ante un juez para determinar si pueden ser padres o no, y tampoco tienen que pasar ningún examen. Aunque habría algunos seres ¿humanos? que no debería engendrar por el bien de la humanidad, pero este post no va de esto...
Entonces, teniendo en cuenta por un lado la completa y absoluta aleatoriedad del nacimiento de cualquier individuo, y por otro lado, la ausencia de cualquier requisito para ser padres, ¿por qué debe un juez decidir entre dos parejas exactamente iguales en todo (con la única excepción de que una es hetero y la otra homo), y decidir con ello el futuro desarrollo intelectual del niño sobre el que se está decidiendo la adopción?
¿No sería infinitamente más ecuánime lanzar una simple moneda al aire, y que sea el azar el que determine el futuro del niño, exactamente igual que en tantos y tantos otros casos, en los que el futuro de todos los demás se produce por simple aleatoriedad?
jueves, 17 de agosto de 2006
viernes, 11 de agosto de 2006
Un momento de (casi) perfecta felicidad
Sin saber bien por qué, ayer sobre las 15.45 en el cercanías camino de casa, me pasó algo curioso. La cosa fue más o menos así:
- Veía por la ventanilla del tren los Siete Picos con bastante claridad, con el cielo de un tono azul "potito".
- En un prado casi a pie de la vía una manada de vacas y 4/5 futuros solomillos pastaban tranquilamente.
- Casi enfrente estaba sentada una hermosa desconocida.
- Escuchaba en el mp3 "La música nocturna de las calles de Madrid" de Bocherini.
Y entonces me di cuenta de que eso, todo el conjunto, es la definición casi perfecta de la felicidad.
- Veía por la ventanilla del tren los Siete Picos con bastante claridad, con el cielo de un tono azul "potito".
- En un prado casi a pie de la vía una manada de vacas y 4/5 futuros solomillos pastaban tranquilamente.
- Casi enfrente estaba sentada una hermosa desconocida.
- Escuchaba en el mp3 "La música nocturna de las calles de Madrid" de Bocherini.
Y entonces me di cuenta de que eso, todo el conjunto, es la definición casi perfecta de la felicidad.
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