jueves, 2 de noviembre de 2006

Idiocia campestre

Ayer estuve con mi familia haciendo un pequeño paseíllo campestre, yendo por la zona del puerto de Canencia. Es un paraje realmente precioso, especialmente en esta época del año, con los hermosos tonos que van del pardo al amarillo fuerte. Pero esta vez no fuimos por el abedular, sino recorriendo parte del GR ## (sí, íbamos sin mapa ;-) ), y llegando hasta un salto de agua majo, que viene a ser aproximadamente como el chorro de los alemanes, pero no tan encajonado y a pie mismo de la pista forestal. A ver si esta tarde retoco esta entrada con alguna fotico.

Hubo varias cosas que me resultaron cuando menos curiosas, y un par de ellas que demuestran la estupidez del género humano.

  1. Prácticamente todo el mundo se las da de micólogo experto, y en cuanto veía a los bordes del camino algo que no era de origen vegetal ni animal, como un poseso a por ello. Vale, ésta es la época de las setas, con lo que ha caído estas semanas de atrás y la buena temperatura, están saliendo a porrillo, pero yo no me creo que todos los madrileños ahora seamos expertos detectores de setas sanas o venenosas.
  2. ¿Por qué los domingueros cuando salimos al campo saludamos a todo aquél con el que nos encontramos? Entiendo que sea normal en los pueblos, donde todo el mundo se conoce, pero ¡¡¡por el amor de Dios, que venimos de la p*ta ciudad!!!
  3. La estupidez del falso turismo rural. ¿Puede existir un oxímoron mayor que "Suites Rurales"? Pues así se anunciaban unas habitaciones en un hostal, encajonado en un callejón de un pueblo de la Sierra Pobre (¡que no Sierra Norte, coño!) madrileña.
Si es que somos idiotas, y hacemos todos los esfuerzos humanamente posibles para recordárnoslo a la menor oportunidad.

1 comentario:

Gil-Galen dijo...

En Cataluña, en los pueblos del interior (sobretodo en Girona y Lleida) a los de la ciudad (de Barcelona, lógicamente) nos llaman "quemacos" (traducción literal: "québonitos"). Una vez lo pregunté a un amigo de Lleida por qué ese sobrenombre, me comentó que cuando vamos al interior todo nos parece muy bonito y decimos "¡Qué bonito!" y de ahí viene ese apodo, que más bien es una forma de reirse de nosotros...